Ruta de los asedios y las grandes batallas
Uno de los aspectos más destacados de la Guerra Peninsular fueron la gran cantidad de asedios a ciudades o plazas fuertes en un momento de la historia en los que estas estrategias estaban en desuso, sin embargo, la necesidad de controlar el territorio y las rutas de intendencia obligaron a los invasores a hacerse fuertes en distintos puntos estratégicos, para ello necesitaban del dominio absoluto de los centros neurálgicos que todavía estaban en poder del adversario. Precisamente las mismas fuerzas napoleónicas se habían prodigado poco en este tipo de guerra en territorio europeo porque sus victorias en el campo de batalla tuvieron escasa contestación entre la población civil y los ejércitos derrotados.
En suelo español estos asedios se dieron a lo largo y ancho de todo el territorio, la difícil orografía facilitaba que una plaza fortificada pudiera hacerse con el control de una zona determinada y el contratiempo de una derrota a campo abierto no significaba necesariamente que el enemigo tuviera ganada la partida. Para ello debían desbaratar los distintos sistemas defensivos que permitieran el refugio a una guarnición por pequeña que fuese y que pudiera complicar posteriormente el control efectivo del territorio.
En Portugal en cambio esta situación se circunscribió inicialmente a La Raya, en una fase más avanzada del conflicto la obsesión francesa por tomar Lisboa provocaría una contestación acorde con la amenaza, la construcción de las Linhas de Torres Vedras, pero estas fortificaciones son tratadas en otras rutas específicas.
Gran parte del esfuerzo francés por controlar muchas de estas plazas menoscabo su capacidad para asestar un rápido golpe al enemigo y ese retraso provocaría con el tiempo la reorganización de las fuerzas portuguesas para defender su capital. El ejercito napoleónico estaba necesitado de víveres para afrontar su marcha hacía Lisboa por un territorio agreste y pobre, la amenaza a sus suministros era un problema difícil de resolver sin tomar las plazas que aún estaban en manos de españoles y portugueses, esta situación generó las condiciones idóneas para ralentizar su avance y con ello se establecieron las bases que condujeron a su derrota. En paralelo a esto se produjeron otros enfrentamientos más acordes con la guerra convencional, batallas que marcaron el devenir del conflicto y el motivo principal por el cual este se dilatara durante casi 6 años. Las tropas napoleónicas no tenían rival en el escenario europeo, su experiencia y profesionalidad les permitió vencer con cierta facilidad la oposición de los ejércitos U nacionales y solamente las partidas guerrilleras eran un pequeño inconveniente con el pocas veces se habían enfrentado. Si en los inicios del conflicto las batallas se contaban por victorias francesas a medida que fue pasando el tiempo se observó un cambio de tendencia, sobre todo a raíz del desembarcó, en este caso literal, de las fuerzas británicas que, junto con algún caso aislado como el del general Castaños en Bailén, comenzaron a sumar victorias del lado aliado. En esta ruta proponemos algunos de los asedios más significativos y algunas batallas desarrolladas principalmente en suelo castellano y leonés, dado que otras batallas de especial relevancia en el transcurso de la Guerra Peninsular ya están recogidas en otras rutas.